Hoy empezaba el día y Facebook me recordaba un artículo del periódico “La Vanguardia”, de 2017 que llevaba de título “Hay que aplaudir cuando alguien llora, cuando alguien siente” del neurofisiólogo Jordi Montero. Y me ha hecho reflexionar sobre el valor que esa afirmación/recomendación tiene en este momento, tras los dos últimos años vividos y que seguimos viviendo.
El COVID nos puso el miedo en la puerta de casa. Los medios se encargaron de entrarlo hasta el comedor. Y nuestro cuerpo y nuestro alma, siguen tratando de hacer lo que pueden con ello. Cuando creíamos que todo empezaba a mejorar, las noticias insólitas continúan y desbarajustan todo nuestro sistema y nuestra estabilidad con la guerra entre Rusia y Ucrania y la consecuente crisis humanitaria, social y económica. La vida sigue demostrando que el ser humano es más fuerte de lo que cree. Sino evolutivamente no habríamos llegado hasta aquí. Y aquí estamos ahora mismo. Sosteniendo duelos individuales y colectivos por los seres queridos que nos dejaron y a los que no pudimos despedir y por todo lo que estamos perdiendo y no volverá.
Y vamos adaptándonos como podemos. Y nuestras emociones muchas veces se quedan encerradas en cajones porque no hay ni tiempo para atenderlas ni sabemos como escucharlas ni como gestionarlas. Nuestro país tiene una deuda pendiente con la atención a la Salud mental. En estos días se publicaba una noticia que expone que tenemos una media de 6 psicólogos por cada 100000 habitantes cuando en Europa la media es de 18. Y así nuestro país considerado, un país Mediterráneo que muchos eligen para su jubilación por su maravilloso clima, lidera el mundo en el consumo de Benzodiacepinas (o mas conocidos como ansiolíticos), cuando lo que realmente se necesita es más psicoterapia, entre otras muchas cosas. Nuestro sistema médico no tiene medios para responder ante esto. Pero la vida nos muestra cómo responden las personas en situaciones límite como es ante esta crisis a la que se enfrenta Europa: colaborando y cooperando. Todos los últimos acontecimientos demuestran que aunque sea optimista y piense que eso no va a pasarme a mí, la vida sigue su curso y yo “soy un actor de esta obra”.
Sin ir lejos, en mi día a día pienso en los demás y si puedo contribuir a que el mundo sea un lugar mejor y qué puedo aportar yo. A veces es tan simple como pararme e intercambiar cuatro frases con un vecino o con la persona que me atiende en la tienda. Otros momentos puede ser con mi compañero de trabajo o con mis familiares y amigos. Una vez pregunté a una persona cómo se sentía y se echó a llorar y me confesó que hacía mucho tiempo que nadie se lo preguntaba y el bien que le había hecho esa pregunta.
Pero ¿estamos dispuestos a escuchar de verdad? ¿Escuchar de corazón dispuestos a “sentir” al otro?
Y más cuando alguien se emociona ante nosotros que es de lo que trataba el artículo que me ha traído a escribir esto. Reflexionar sobre lo bueno y sanador que es el ejercicio de compartir. El de expresar esa emoción que me ahoga y exponerme ante los demás. Somos necesarios los unos para otros. Y vale la pena tomar unos minutos para preguntar al otro cómo se siente. Es cierto que la vida actual está marcada por el tiempo como no había sucedido nunca antes. Pero somos humanos y sentimos y tenemos la capacidad de percibir tantas cosas que estamos olvidando, que vale la pena volver a re-conectarnos con ellas. Con emocionarme viendo los colores del atardecer, oliendo el bosque dando un paseo y obviamente escuchando a alguien que me comparte íntimamente, esa emoción que todavía le duele. Permitirnos ese espacio de intimidad que crea comunidad. Vivimos en un mundo donde hay comunicación pero sin comunidad (aunque creamos lo contrario gracias a las redes sociales). Y no lo digo yo. Lo dice Byung-Chul Han, un filósofo actual en su libro “La desaparición de los rituales”.
Podemos empezar por algo importante como profundizar en nuestro autoconocimiento y preguntarnos:
¿Escucho mi cuerpo y mis emociones?
¿Qué hago con eso que escucho?
¿Qué me quieren decir mis emociones?
¿Cómo expreso mis emociones?
¿Qué hay detrás de esa tristeza, de ese enfado, de esa decepción?
¿Qué puedo hacer para cambiar ese estado?
Buscar ayuda, siempre será una buena decisión cuando no puedo yo solo. Hablar con esa persona especial que sabes que te va a escuchar sin juicio o ese familiar con el que no hay secretos. También es recomendable buscar ayuda profesional de manos de un terapeuta, psicólogo o coach.
Y aportar un granito de arena al mundo podría empezar por algunas preguntas que pueden conectarme con el otro
¿Qué tal estás?
¿Cómo te sientes?
¿Cómo te hace sentir esto?
¿Qué necesitas?
¿Cómo puedo ayudarte?
Y aprovecho para lanzaros una pregunta a vosotros:
¿Cuál es tu experiencia en esto?
¿Cómo lo interpretas tú?
Me encantaría saber vuestras opiniones que podéis dejar aquí en el hilo del artículo en la parte inferior de esta misma página que estáis viendo.
Para finalizar si os cuesta dormir o estáis pasando por un proceso de ansiedad, los aceites esenciales pueden ser grandes aliados naturales. Dos aceites imprescindibles aquí serían la lavanda y la bergamota.
-Un ritual de lavanda antes de ir a dormir, suele ser una maravilla. Preparar una bruma de almohada en un bote tipo spray con 1/2 cucharadita (de tamaño de café) de hidrolato de rosa, 25 gotas de lavanda y 100 ml de agua destilada y pulverizar sobre la almohada y sobre mí misma. Si me siento bastante nerviosismo en el momento de ir a dormir, además aplicar 1 gota de lavanda sobre cada muñeca e inhalar durante un par de minutos.
-Si tienes síntomas de ansiedad, lo primero es consultar al médico que todo vaya bien. La bergamota, la lavanda y la manzanilla romana hacen una gran combinación ansiolítica, calmante, sedante y antidepresiva a la vez.
25 gotas de aceite esencial de lavanda
25 gotas de aceite esencial de bergamota
25 gotas de aceite esencial de manzanilla romana
Completar en un rollon de 5m con aceite vegetal de Jojoba.
Aplicar en muñecas, plexo solar, corazón y espalda 3/4 veces día e inhalar.
Como decía el autor romano Décimo Junio Juvenal, en sus Sátiras, entre los siglos I y II:
“Orandum est ut sit mens sana in corpore sano”
Se debe orar que se nos conceda una mente sana en un cuerpo sano.
“Orandum est ut sit mens sana in corpore sano.
fortem posce animum mortis terrore carentem,
qui spatium vitae extremum inter munera ponat
naturae, qui ferre queat quoscumque labores,
nesciat irasci, cupiat nihil et potiores
Herculis aerumnas credat saevosque labores
et venere et cenis et pluma Sardanapalli.
monstro quod ipse tibi possis dare; semita certe
tranquillae per virtutem patet unica vitae.”
“Se debe orar que se nos conceda una mente sana en un cuerpo sano.
Pedid un alma fuerte que carezca de miedo a la muerte,
Que considere el espacio de vida restante entre los regalos de la naturaleza.,
Que pueda soportar cualquier clase de esfuerzos,
Que no sepa de ira, y esté libre de deseos
Y crea que las adversidades y los terribles trabajos de Hércules son mejores que las satisfacciones, la fastuosa cena y la placentera cama de plumas de Sardanápalo
Te muestro lo que tú mismo puedes darte, con certeza que la virtud es la única senda para una vida tranquila.”
Lecturas recomendadas:
https://www.lavanguardia.com/lacontra/20170210/414205509976/hay-que-aplaudir-cuando-alguien-llora-cuando-alguien-siente.html?utm_campaign=botones_sociales&utm_source=twitter&utm_medium=social&fbclid=IwAR1nFHFuFGk-xcuV6U2GJ8Q58a3wqeRDNsP25_e7qDOuOcoX9jPaMU_mPj4
https://elpais.com/sociedad/2022-02-27/mayores-enganchados-a-los-tranquilizantes-espana-es-el-pais-con-mas-consumo-de-benzodiacepinas-del-mundo.html#:~:text=Seg%C3%BAn%20un%20informe%20de%202019,antiepil%C3%A9ptico%2C%20ansiol%C3%ADtico%2C%20hipn%C3%B3tico%20y%20relajante